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Recordamos con cariño a Muhammad Ali “El Rey del Boxeo”

Un día como hoy nació Muhammad Ali “El Rey del Boxeo”.

Muhammad Ali, el nombre que adoptó un día después de coronarse. Cambió su “nombre de esclavo”, que era Cassius Clay y ahí comenzó un camino único, excepcional, diferente a todos los anteriormente conocidos no sólo en el boxeo, sino en muchas otras de las tareas humanas practicadas hasta hoy.

Carismático, eficiente como pocos entre las cuerdas, atractivo en muchos aspectos para las mayorías en el mundo, de hecho cambió lo que hasta “su” momento se había visto dentro del deporte de los puños. Cobró bolsas que nunca antes había recibido nadie y se vio involucrado en batallas de importancia máxima en una carrera considerada única por casi todos, aficionados o no.

Cassius Marcellus Clay nació el 17 de enero de 1942 en Louisville, Kentucky, Estados Unidos, y desde sus primeros pasos apuntó para ser un gran señor de los cuadriláteros. Ganó en cuanta competencia importante participó, desde los Guantes de Oro de su estado hasta obtener la medalla de oro como semipesado en los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960.

En el mismo año, 29 de octubre, inició la que sería una de las más grandes, brillantes y convincentes carreras que se han visto sobre un entarimado de combate. Era veloz, boxeaba bien, pegaba fuerte, poseía mandíbula resistente, veloz como pocos, de hecho lo tenía todo.

Su apoderado, Herbert Muhammad, un dirigente musulmán estadounidense con quien mentalmente Clay armonizó desde el principio de sus relaciones, es muy probable que haya influido para que este joven boxeador se convirtiera al islamismo y defendiera cada vez más a los miembros de su raza afroamericana.

En su pelea profesional número 20 conquistó el campeonato mundial de peso completo al poner fuera de combate en siete episodios a Sonny Liston, quien había subido al ring con la mayor parte de los pronósticos a su favor.

Como lo mencionamos ya, al día siguiente el nuevo campeón cambiaba su nombre y ahí nació la magia de Muhammad Ali, apelativo que sin problemas fue aceptado por todos.

El hombre además de enorme pugilista se convirtió en defensor de los derechos humanos, ofrecía conferencias, originaba polémicas en donde se presentaba, se burlaba de sus adversarios, pronosticaba el round y lugar precisos en que caerían aquellos que lo enfrentaban y se autocalificaba como “el más grande”.

Individuo de profundas convicciones, se negó rotundamente a formar parte del ejército de su país, que sostenía una guerra con Vietnam. Tuvo entre otras muchas expresiones aquella muy conocida de que no iría “a matar a nadie” y se negó a dar el paso adelante que pidieron altos mandos militares cuando se trató de nombrar a los nuevos elementos que serían enviados a la nación asiática.

Antes de la prohibición que hizo el gobierno de la Unión Americana para que Ali continuara ejerciendo su oficio, Muhammad realizó una campaña que le afianzó prestigio y reconocimiento en todo el planeta. Dio forma a ocho defensas de su corona, varias de ellas en Europa y pronto se convirtió en un hombre económicamente exitoso.

Cuando retornó de la forzada inactividad a la que fue sometido, acabó en tres rounds con Jerry Quarry, ahí se inició una más que brillante etapa, quizá la mayor de todos los tiempos para el boxeo.

Muhammad Ali sostuvo tres encuentros con Joe Frazier, -quien lo sucedió sobre el trono cuando fue desconocido- el primero de ellos conocido publicitariamente como “la pelea del siglo” , que fue transmitida por televisión a buena parte del mundo y significó su primera derrota en el profesionalismo.

En la revancha y un tercer combate entre ellos, el ídolo nacido en Kentucky se vengó de Frazier por puntos y por nocaut, en batallas escenificadas en la Unión Americana y Filipinas, respectivamente.

Hasta el 30 de octubre de 1969 recibió una nueva oportunidad por el campeonato. El promotor Don King lo firmó como retador de otro que había sido medallista de oro en los Juegos Olímpicos efectuados en México durante septiembre de 1968.

Kingshasa fue el escenario y Ali aplicó un demoledor nocaut en el octavo round al texano Foreman, quien nunca había perdido. Cada uno de los contendientes recibió cinco millones de dólares, una paga a boxeadores no vista y nos atrevemos a decir que ni soñada hasta entonces.

A partir de ahí, Ali se dedicó a defender el título y lo hizo en once ocasiones, perdiendo -en lo que constituyó una sorpresa para todos- precisamente en la undécima, frente a otro medallista olímpico, Leon Spinks, quien lo derrotó por puntos.

El WBC no aprobó como titular la revancha directa , que ganó Ali, quien fue reconocido por otro organismo. Después de esta victoria el gran veterano sostuvo dos peleas más y las perdió frente a Larry Holmes, por KOT en 10 rounds y Trevor Berbick. Tras la derrota contra este último tomó la opción del retiro definitivo, lo que su familia y amistades le habían estado solicitando que hiciera desde tiempo atrás.

Fuera del ring, Muhammad Ali se dedicó a ofrecer conferencias, prestar ayuda, pregonar su religión, y así viajó por buena parte del mundo hasta el infortunado momento en el que le detectaron eso conocido como “Mal de Parkinson”.

Ya muy enfermo apareció en la televisión y conmovió al mundo cuando se le vio cargando la antorcha olímpica en los Juegos de Atlanta (1966).

Años después el Consejo Mundial de Boxeo y su Presidente José Sulaimán lo reconocieron en Cancún, Quintana Roo, como El Rey del Boxeo, en una importante ceremonia a la que asistieron centenares de campeones y ex campeones, además de público en general, televisión, radio en diciembre de 2012, durante la convención anual número 50 del organismo mencionado.

Fue el 3 de junio de 2016 cuando el gran Muhammad Ali falleció en Scottsdale, Arizona, y fue sepultado una semana después. Esto sucedió una semana después de que quince mil personas recibieron un boleto para desfilar  al lado de su féretro. Sus restos se hallan en el Cave Cemetery de Louisville, Kentucky, donde nació.

En la parte final del funeral tomó la palabra el expresidente de Estados Unidos, Billy Clinton, quien siempre admiró a Ali y además porque eran amigos. Otra cosa: porque despidió a un distinguido y gran estadounidense.

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