Con un estilo recio, de intercambio, siempre echada para adelante, pero sobre todo orgullosa, y hasta altanera, en el buen sentido, pues además ondea la etiqueta como buena michoacana, Iraís «La Bikina» Domínguez se presenta en el mundo de guantes de rosas recargada, porque luego de precisamente apuntalar sus baterías respecto a su técnica y golpeo, está de vuelta para reforzar un relato basado en la gallardía.
Y es que lo de la joven nacida en Michoacán de 24 años, que desde sus amaneceres se vio cautivada por el llamado deporte de los puños, es una historia digna de ubicar entre tantas que fueron en contra de la media para dedicarse a algo que hasta pudiera ser impensable, pensando en una niña que incluso probó en otras actividades, aunque al final decantándose por el boxeo, en el que pudo representar a Cancún en sus tiempos de amateur.
Para “La Bikina”, como le dicen sus cercanos, su narrativa inmersa en el pugilismo comienza a los seis años, cuando la disciplina pudo enamorarla a primera vista, y fue a los 13, en el momento en que empezó a practicar más en forma, que entendió que las líneas siguientes se rubricarían de este lado.
Pero como suele suceder en el núcleo, entre sus más allegados, al principio Iraís se encontró con la duda familar, pues la noticia de que quería ser boxedora profesional, pudo contar con luz verde hasta que la vieron desenvolverse arriba de un cuadrilátero.
Y su estreno de puños en el terreno profesional, no estuvo distante de aquel cosquilleo que representa siempre la primera vez, pues Domínguez acepta que el comedero fue el cúmulo de los nervios que sintió cuando entendió que estaba frente al reto más importante, del que salió airosa, sin importar que la rival era por demás experimentada.
Iraís «La Bikina» Domínguez lo tiene claro, lo suyo no es buscar un golpe de suerte, sino más bien uno mediático y contundente, que la encumbre dentro del boxeo femenino, en esa lista selecta de chicas que pudieron presumir un cinturón absoluto calzado a su cintura, como la cereza.