
Isaac Guerra
Hoy, 1 de septiembre de 2024, se cumplen 31 años desde que el legendario Pancho Rosales dejó este mundo, pero su huella en el boxeo mexicano sigue viva y, para muchos, insuperable. Con un talento innato que fue refinado con una dedicación inquebrantable, Don Pancho, como todos en el medio pugilístico lo conocían, se convirtió en un ícono cuya grandeza va más allá de las cuerdas.

Nacido el 4 de octubre de 1907 en la colonia Guerrero, en el corazón de la Ciudad de México, Rosales fue un apasionado del boxeo desde joven, aunque nunca llegó a pelear profesionalmente. Su amor por el deporte lo llevó a convertirse en mánager, obteniendo la licencia número 3 de la historia en la primera Comisión de Box del Distrito Federal en 1923. Desde ese momento, su nombre quedó grabado en la historia del boxeo.

La carrera de Don Pancho estuvo marcada por éxitos inigualables, llegando a manejar a más de 110 peleadores estrellas, una hazaña sin precedentes que reflejaba no solo su capacidad para descubrir talento, sino también para cultivarlo hasta su máximo potencial. Entre sus pupilos más destacados se encuentran campeones mundiales como Raúl «Ratón» Macías, José Ángel «Mantequilla» Nápoles, Rubén «Púas» Olivares, y Alfonso Zamora, entre otros. Pero su influencia iba más allá del boxeo; su amistad con figuras como el ex Presidente de México, Adolfo López Mateos, y personalidades como Mario Moreno «Cantinflas» y Joaquín Cordero, hablan de la magnitud de su impacto en la sociedad.
Uno de los momentos más memorables en la vida de Don Pancho fue cuando, tras vencer a López Mateos en una pelea amateur, forjó una amistad con el entonces futuro presidente de México. Esta relación fue clave en la fundación del Consejo Mundial de Boxeo, un hito que cambiaría para siempre la historia del boxeo. Fue Rosales quien, al explicar a López Mateos las dificultades que enfrentaban los boxeadores mexicanos debido a la mafia en Estados Unidos, plantó la semilla para la creación del organismo que hoy rige el boxeo mundial.

A pesar de su éxito y reconocimiento, Don Pancho nunca dejó de ser un hombre humilde, siempre comprometido con el deporte que amaba. El 1 de septiembre de 1993, víctima de un paro cardiaco, Pancho Rosales dejó un vacío que hasta hoy nadie ha logrado llenar. Su legado, sin embargo, sigue siendo un faro para todos aquellos que aspiran a la grandeza en el boxeo, recordándonos que el talento puede nacer, pero también se puede cultivar con pasión y dedicación.
El boxeo mexicano, en su época dorada, nunca fue el mismo después de Pancho Rosales. Su estilo, su capacidad para manejar a las estrellas del boxeo, y su carisma para atraer a lo más granado de la sociedad a sus famosas fiestas, son solo algunos de los elementos que lo convirtieron en una leyenda. Hoy, recordamos y celebramos su vida, conscientes de que el vacío que dejó nunca podrá ser llenado, pero su legado, sin duda, perdurará por siempre.