
Isaac Guerra
La ingratitud es una realidad cruda y palpable en el mundo del boxeo. Este deporte, tan lleno de gloria y reconocimiento, puede ser también un espacio donde las relaciones se forjan bajo el frío interés comercial. En los Estados Unidos, los promotores y socios no te ven como un amigo, sino como un medio para alcanzar un fin. Mientras hay negocio, hay relación; cuando el negocio se desvanece, también lo hace la conexión.
Un ejemplo desgarrador de esta realidad es el caso de Juan Francisco ‘El Gallo’ Estrada, un boxeador que ha escrito su nombre en la historia con combates memorables. Sin embargo, el pasado 29 de junio, después de una derrota contra James ‘Bam’ Rodríguez, El Gallo se encontró solo en su momento de vulnerabilidad. No fue su noche y, al concluir la pelea, la soledad lo envolvió.
En su perfil de Facebook, Estrada compartió un mensaje que resuena con la amarga verdad de la ingratitud:
«DESPUÉS DE MI PELEA… Y es ahí cuando te das cuenta que solo en las victorias están..!! La única que estaba ahí era mi esposa comiendo pizza conmigo..! Y las personas que estuvieron al tanto consiguiéndome comida, pastillas y preguntando por mí muchas gracias, esas personas ya saben quiénes son, las demás andaban de fiesta AGUSTO.!!»
Estas palabras reflejan una realidad que muchos deportistas enfrentan. En los momentos de triunfo, la gente te rodea, te celebra, pero en la derrota, la multitud se dispersa y solo unos pocos permanecen a tu lado. Es lamentable ver cómo un orgullo de México, un guerrero del ring, puede ser olvidado tan rápidamente tras tantas noches de gloria.
La ingratitud no es solo un problema del boxeo, es un problema humano. Nos recuerda que en la vida, las verdaderas relaciones no se forjan en la victoria, sino en la adversidad. Aquellos que permanecen a tu lado cuando las luces se apagan y las cámaras se alejan, son los que realmente importan.
Juan Francisco ‘El Gallo’ Estrada nos enseña con su experiencia que la verdadera fortaleza no solo está en el ring, sino en la capacidad de enfrentar la soledad y seguir adelante. Que su historia sea un llamado a valorar más a las personas que nos apoyan en las sombras y a ser agradecidos, no solo en los momentos de éxito, sino también en las caídas.
Porque al final, la ingratitud puede ser una realidad, pero la lealtad y el amor verdadero, son los que perduran.